Quien cuida, manda


Cuando era pequeña, mis padres y maestros me enseñaron que debía pararme y ofrecer mi silla si algún adulto estaba de pie. Hoy en día, l@s adult@s nos paramos para dejar la silla a l@s niñ@s. Me pregunto, ¿si cuando yo era niña la silla le tocaba a l@s adult@s y ahora que soy adulta le toca a l@s niñ@s, cuándo me tocara a mí? Creo profundamente que la crianza debe ser amorosa y respetuosa, pero no concibo que el amor y respeto a menudo nos lleven a confundir los roles. Debemos tener claro que quien cuida, manda. Y para tal cuidado, es imprescindible la obediencia de quien es cuidado y aún no sabe lo que es adecuado para sí mismo.

No existe educación sin obediencia, pues ésta posibilita que quien aprende permita ser guiado por el adulto a cargo. Cuando un niño aprende a ser obediente, logra autocontrolarse, seguir normas y por ende, mejorar sus relaciones sociales. Un niño obediente sabe que llevando a cabo los acuerdos preestablecidos puede ganarse la aprobación de las personas que ama, disfrutar de mayor libertad y confianza, y construir una auto imagen positiva. No es prudente que el niño sea sumiso, es importante que aprenda a preguntarse por qué existen tales reglas y que pida explicación al respecto. Asumir de manera consciente una regla requiere reflexión y entendimiento por parte de quien la asume.

Esto no significa que limitemos la libertad de nuestros hijos, que los esclavicemos o que no les involucremos en la toma de algunas decisiones. Sin embargo, debemos entender que nadie puede tener la libertad de tomar una decisión si no puede hacer frente a las consecuencias de tal decisión. Por ejemplo, un niño puede decidir de qué color colorear su dibujo porque si a fin de cuentas no le gusta el resultado de la obra, tiene los recursos para manejar la frustración que esto podría provocarle. Sin embargo, un niño no puede decidir que va a jugar con un jarrón de vidrio porque si lo rompe no tiene los recursos para comprarlo, ni los medios para ir solito al hospital si se corta. En este segundo caso es el cuidador quien debe hacerse cargo de las consecuencias.

Desde que el niño tiene algunos meses, se le irá dejando saber de manera clara en el día a día qué cosas puede hacer y qué no. Por ejemplo, un bebé que empieza a gatear por toda la casa sentirá curiosidad por saber lo que hay dentro del basurero de la cocina. Incluso puede que intente llevarse a la boca alguna basura que encuentre allí. Y no se trata de esconder el basurero, sino de decirle enfáticamente que no y por qué. Después de intentarlo varias veces y viendo que usted siempre lo impide, ya sea apartándolo del basurero o diciéndoselo con énfasis, el asunto le quedará claro. Así desde el principio se define quién establece las reglas.

No tema decir que no. Diga que no y hágalo con amor. Explique el por qué de sus reglas y evite tener reglas absurdas que no aportan. Recuerde que la finalidad es cuidar y proteger al otro.

Deténgase un momento a pensar en estas cosas. Asuma el control, recuerde que si usted cuida, usted manda. Eso sí, tenga muy presente que el derecho lo da el deber y que si usted es un padre/madre negligente, no es un ejemplo a seguir y por lo tanto no tiene derecho a exigir obediencia por parte de sus hijos.

Aurora Badillo Calderón 

Consultora en Educación, Crianza y Sostenibilidad  


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