Hace pocos días, visité un centro de terapia alternativa. Mientras esperaba en la antesala, veía pasar a los pacientes con todo tipo de expresiones (alegría, miedo, ira, dolor, euforia). Lo que estaba claro es que todos salían de la consulta un poco más ágiles y relajados. Se notaba que algunos habían llorado a voluntad y se habían liberado de una gran carga emocional.
Está científicamente probado que las emociones tienen una gran influencia en el funcionamiento de nuestro cuerpo. Es sabido que el mal manejo de éstas y el estancamiento de la energía, pueden llevar a nuestro cuerpo a somatizar y crear enfermedades sin que nos percatemos de este mecanismo.
Cada vez existen más profesionales de la salud especializados en el desbloqueo de las emociones. Esto resulta paradójico si pensamos que expresar lo que sentimos es parte de nuestro instinto natural, que en cuanto nacemos lloramos, y que no se supone que le tengamos que pagar a nadie para que nos enseñe a hacerlo.
El problema radica en que desde pequeños fuimos constreñidos a enmudecer nuestra alma. Incluso es posible que en algún momento durante la niñez, cuando estuvimos llorando por algo, un adulto nos gritara amenazantemente: “si sigues llorando te voy a dar una verdadera razón para llorar”.
Actualmente, gastamos mucho dinero en cursos que nos enseñan a hablar correctamente en público, sabemos decir casi cualquier cosa y proyectar casi cualquier falsa imagen. Pero, ¿qué pasa cuando hay que hablar de lo que realmente nos importa, de los sentimientos de nuestro corazón, de nuestras vulnerabilidades, de nuestros anhelos prohibidos? En ese momento, las palabras se nos escurren y no hay curso que valga. Incluso, hemos desprogramado nuestra memoria y a veces ni recordamos fácilmente lo que realmente nos marcó o nos importa.
Trabajar con niñ@s, estar en contacto diario con ell@s, me ha salvado la vida. Pues a ell@s les puedo gritar “te quiero” sin sentir vergüenza, ni desviar la mirada, puedo hacer el ridículo y admitir mi vulnerabilidad sin ser motivo de burla. Lo triste es que he tenido que aprenderlo de adulta luego de haberme mordido la lengua durante décadas.
De todo esto podemos concluir dos cosas:
1- Al pasar tiempo con nuestr@s niñ@s tenemos la oportunidad de reeducarnos y aprender a dejar fluir nuestras emociones.
2- Es importante que apoyemos a nuestr@s niñ@s para que crezcan en un ambiente en el que las emociones son bienvenidas.
Las siguientes sugerencias podrían ser útiles en esta faena:
- Permita que su niñ@ se exprese libremente sin juzgar su sentir. Por ejemplo, déjel@ admitir que siente envidia por el juguete nuevo que tiene un compañero. Evite decirle que es un sentimiento feo. Repito NO LE JUZGUE, déjel@ fluir. Propóngale, si es posible, que ahorre para conseguir el mismo juguete o simplemente recuérdele todas las cosas que sí tiene, que se enfoque en sus propias fortalezas. Lo importante no es lo que siente, sino como actúa a partir de ese sentir. El sentir es involuntario, mientras que el actuar es voluntario y debe ser a favor del bien común.
- Recuerde que las emociones no son buenas, ni malas, son humanas. Por lo que expresar la ira o el enojo está muy bien. Claro, es importante buscar una manera adecuada de expresarlas para luego no arrepentirnos de herirnos o herir a otros.
- Aprender algún tipo de arte a través del cual expresar nuestras emociones puede ser muy útil. Con l@s niñ@s, el dibujo y la danza son herramientas muy efectivas.
- Una vez que el sentimiento ha sido expresado, supérelo, pase página, enfóquese en algo nuevo y productivo. La idea no es vivir con una pena eterna por lo que pasó hace meses. Expresar, liberar y soltar.
- Dese la oportunidad de amar a su niñ@ abiertamente y de que él/ella le ame. Los besos y abrazos nunca sobran si salen del corazón y son de mutuo acuerdo.
- Si su hij@ acostumbra a hacer rabietas, déjele llorar en abundancia, que se exprese. Pero no le haga mucho caso, pues recuerde que la finalidad es que libere esa emoción, no que entienda que con ese comportamiento puede lograr manipular a los que viven a su alrededor. Si no consigue nada, tarde o temprano, se cansará de llorar y se sentirá aliviado.
Finalmente, recuerde que las emociones están a la orden del día y que es mejor expresarlas a tiempo que esperar a que nuestro cuerpo nos alerte a través de una enfermedad.
Consultora en Educación, Crianza y Sostenibilidad
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