De ti solo espero lo mejor


Es normal que nos preocupemos por el futuro de nuestr@ hij@ y que nos preguntemos, incluso antes de que nazca, cómo será, qué hará y a quién se parecerá. Para cada interrogante, vamos formulando una hipótesis y al hacerlo, partimos de la idea de que la genética define al 100% quién será nuestr@ hij@ y cuál será su destino.

Son muchos los estudios realizados con gemelos idénticos criados en ambientes diferentes, que buscan demostrar el peso de la genética y el del ambiente en la definición de quiénes somos. Como bien afirma el Dr. Beben Benyamin de la Universidad de Queenland, no se trata de genética o crianza, sino del resultado complementario de ambas[1].

Por tanto, como no podemos, de manera natural, hacer nada respecto a los genes, les propongo que nos enfoquemos en la crianza. Pues si bien la genética da una predisposición o tendencia, es la crianza que proporcionamos consciente o inconscientemente, a partir de nuestras expectativas y nuestro ejemplo, lo que define cómo será y qué hará ese ser humano.

Todas las madres y padres deberíamos tener las mejores expectativas de nuestr@ hij@ y definir de manera consciente nuestro modelo de crianza a base de eso. Pues es como si provocáramos una profecía autocumplida. (Querido lector, para que entiendas mejor cómo funciona esto, te sugiero leer el relato “La profecía autocumplida” de Gabriel García Márquez.)

A menudo etiquetamos a un/a hij@ y limitamos sus posibilidades de desarrollo. Así la madre que entiende que su hij@ no es capaz de ser autónomo, le resuelve todo al punto de que lo inutiliza y le imposibilita desarrollar autonomía. Igualmente, el padre que piensa que su hij@ será homosexual porque con 4 años dijo que su color favorito era el rosa, hizo tanta referencia al tema con negación o afirmación, que puso en evidencia su expectativa e inconscientemente su hij@ fue respondiendo a ella. También he escuchado a muchos padres decir que su hija de 2 o 3 años se le nota que será muy promiscua, que su hijo de 3 años será un Don Juan o que, su bebé de 14 meses será un vago vividor porque aún no camina.

Afortunadamente, hay muchas madres y padres que tienen muy presente el poder creador de la palabra. A menudo, suelo decir en voz alta “Soy tan afortunada de tener hij@s buen@s y san@s”. Lo bueno o malo es relativo, creo que tod@s l@s niñ@s son buen@s, pero al usar ese calificativo ell@s entienden que cuento con que sean amables, respetuos@s y solidari@s.

Cabe decir que debe haber coherencia entre nuestras acciones y nuestras palabras, porque si existe una diferencia, nuestr@ hij@ dará más valor a lo hecho que a lo dicho. Me explico, si como madre le digo a mi hij@ “la familia está para apoyarse siempre” y en la primera oportunidad que un familiar tiene una necesidad no somos solidarios, mi hij@ se quedará con el mensaje “no hay que ser solidarios con nuestros familiares”.

Por todo esto sugiero:

  • Reflexionar sobre qué esperamos de cada un@ de nuestr@s hij@s y cómo le estamos haciendo ver lo que esperamos de ell@s.
  • Tener muy presente que nuestro ejemplo es lo que tiene más peso en el proceso de crianza.
  • Evitar pensar y decir cosas negativas sobre nuestr@ hij@. Por el contrario, elógiel@ y déjele saber todo lo bueno que espera de él/ella.
  • Evite etiquetar a su hij@ y sentenciarl@.
  • Entienda que las madres y padres estamos para custodiar y no para dirigir. Que ese ser humano debe encontrar su propia vocación y desarrollar su personalidad. Por lo tanto, debemos darle muchos años (unos 25) para que esto suceda.

Aurora Badillo Calderón

Consultora en Educación, Crianza y Sostenibilidad

 

[1] Benyamin et al. “Meta-analysis of the heritability of human traits based on fifty years of twin studies.” Nature Genetics 47, 702-709 (2015)


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