Cuando te abrace todo va a estar bien: historia de una madre separada de su hijo al nacer


El nacimiento de mi segundo hijo fue una experiencia de mucho aprendizaje. Y no me refiero solo al caudal de enseñanzas que nos aportan los hijos. Cuando Fabio nació, estaba saludable y en pocas horas empezó a mostrar un patrón respiratorio inusual. Como consecuencia, antes de que yo pudiera acogerlo, lo ingresaron a la sala de cuidados intensivos. Un ventilador (respirador artificial) y varios “tubitos” lo mantenían vivo.

Al día siguiente, me dieron el alta y tuve que irme a casa y dejar a mi bebé en la clínica. Mientras salía, sentía que se me estaba quedando algo, que me iba con los brazos vacíos. Esto no era como lo había imaginado durante meses, pero no podía hacer mucho al respecto. Mi esposo y yo sentíamos una impotencia tan grande, que llorábamos a turno con aquellas lágrimas silenciosas y profundas.

Pasaban los días y los médicos no lograban precisar lo que ocurría. Yo solo podía ver a mi hijo dormir (sedado) unos minutos al día, a través del cristal de una incubadora. A medida que pasaban los días, el dolor se iba convirtiendo en una manta gris que me cubría por completo y me anestesió frente a la realidad. Trataba de mantenerme positiva, pero era difícil pues la vida no me había preparado para esto.

Busqué información en la Internet y leí sobre experiencias de otras madres y padres que habían tenido un desenlace positivo. Esto, además del apoyo recibido por familiares, amigos y conocidos, fue de gran ayuda. Muchas personas de diferentes credos nos escribían mensajes diciendo que estaban orando por la salud de Fabio o enviándole pensamientos de luz. Era difícil vivir la incertidumbre teniendo que esperar pacientemente sin conocer el desenlace. Solo podía con un día a la vez.

Pasaron nueve días antes de que pudiera cargar a mi hijo y once para que pudiera llevármelo a casa. Durante esos días de espera fue mucho lo que aprendí:

  • Descubrí la importancia de estar enfocada en un objetivo positivo y de mantenerme en la batalla hasta el último suspiro.
  • Confirmé cuán importante es tener un grupo de apoyo que, aunque sea a larga distancia, te recuerde que sus pensamientos están contigo.
  • Acepté que los amigos “más cercanos” pueden olvidarse de ti cuando más los necesitas, y aún así debes seguir adelante.
  • Recordé que mi amiga Siu una vez me había explicado la utilidad de “hacer sin hacer haciendo” y solo durante esos días lo comprendí a profundidad. Esa frase invita a esperar y dejar que las cosas sigan su cauce natural sin pretender tener todo “bajo control”, pero sin “sentarnos a esperar” sino ocupándonos de lo que corresponde en ese momento. En mi caso, me ocupé yendo a visitar a mi bebé todos los días y extrayéndome la leche materna cada tres horas, día y noche. Lo demás se lo dejé a la divinidad y a los doctores.

Quisiera que este artículo pueda servir a otras madres y padres en situaciones similares (un hijo u otro ser querido puede enfermar a cualquier edad). Por eso les comparto las acciones que a mí me sirvieron durante esos días:

  • Mantener una actitud positiva sin tirarse a la muerte. De acuerdo a cuál sea la creencia, orar y pedir a otros que oren o simplemente escribir pensamientos positivos.
  • No rendirse nunca. Los dominicanos decimos que hay que “sacar de abajo”.
  • Buscar apoyo en personas con experiencias similares. Solo ellos pueden comprender a profundidad su sentir. En mi caso, hice una búsqueda en Internet con la expresión “experiencias positivas bebé en incubadora”. Esto fue de gran ayuda.
  • Confiar en los profesionales que están dando la asistencia médica o cambiarlos, pero nunca continuar con un personal del cual desconfían.
  • Vivir un día a la vez, sin dejarse sobrecoger por las emociones.
  • No escuchar demasiados comentarios de la gente (todos hechos con buena fe). La mala información, desinformación o exceso de información pueden abrumar y hacer perder la objetividad.
  • Ocuparse haciendo cosas útiles. En mi caso, extraerme la leche cada tres horas para llevarla al hospital.
  • Ser paciente. Los procesos de curación son lentos e irregulares.
  • Dejarse apoyar y cuidar por las personas que le aman. En mi caso, mi esposo fue una piedra angular. Me hizo sentir profundamente amada y acompañada.
  • Tratar bien al personal médico, en particular a las enfermeras. Estas serán las mejores aliadas.
  • Tomar en cuenta que su ser querido no es el único paciente, por lo que hay que respetar los reglamentos hospitalarios y permitir que se ofrezca atención a otras personas.

Sin duda, la maternidad / paternidad nos presenta nuevos retos cada día y queda a elección de nosotros la manera en que le hacemos frente. En mi caso, aprendí sobre la marcha y hoy tengo los brazos llenos con un bebé muy sano que no tiene ninguna secuela de aquel incidente. Agradezco haber tenido esta experiencia.

 

Aurora Badillo Calderón

Consultora en Educación, Crianza y Sostenibilidad

 


Leave a comment