Corregir sin culpar


A menudo escuchamos a un adulto (padre, madre, cuidador, maestra, etc.) decir a un niñ@: “No te quiero porque te portas mal”. Sin duda, es una frase bien intencionada, pero cargada de culpa y amor condicionado. Frases como esta, que retumban repetidas veces en la cabeza de un/a infante, pueden causarle cicatrices imborrables.

Sentirse culpable o insuficientemente bueno para ser amado son los dos sentimientos que tienen peor impacto en la autoestima de una persona.

Todos necesitamos tener la certeza de que al menos una persona en el mundo nos ama tal cual somos, con nuestras luces y sombras.

Criar niñ@s que se sienten culpables es más fácil para el adulto a cargo ya que estos niñ@s suelen ser obedientes y temerosos. Sin embargo, vale la pena hacer un esfuerzo con tal de acompañar el crecimiento de individuos plenos y felices.

Si queremos que nuestr@s niñ@s crezcan como personas responsables por sus acciones, capaces de seguir normas y de esforzarse por lo que quieren, es recomendable que las reglas siempre estén claras, que el niñ@ sepa qué se espera de él/ella en todo momento y cuáles serían las consecuencias de no seguir tales reglas.

Al momento de “corregir” a un niñ@, se sugiere que el adulto:

  • Se pare a la altura visual del niñ@ (se agache si es necesario) y sin gritar, pero con tono de autoridad, le explique al niño cuáles son las consecuencias de su acción. Así, el/la niñ@ comprenderá cuáles son las consecuencias directas de sus acciones y no simplemente castigos genéricos cuya finalidad es hacerle sufrir como si el adulto disfrutara tal sufrimiento. Por ejemplo, si un infante se negó a sentarse a desayunar en la mesa y por estar corriendo en la casa desparrama el jugo; el niño deberá limpiar el piso (el adulto debe explicarle pacientemente cómo hacerlo bien). Luego de limpiar, el adulto debe explicar al niño que no le servirá más jugo pues el jugo que estaba destinado para él ya se desperdició. Así el niño entenderá que las reglas existen, entre otras razones, para evitar accidentes.
  • Haga caso omiso a las rabietas. El niñ@ debe entender que con estas no consigue nada.
  • Sea coherente y dé valor a su palabra. Cumpla todo lo que promete, ya sea premio o castigo. Evite hacer amenazas que no podrá cumplir.
  • No se descargue con el niñ@. El propósito de la “corrección” es que el niñ@ consiga aprender de sus errores y reflexionar.
  • Para el/la niñ@ debe ser evidente que lo está “corrigiendo” alguien que le ama y no alguien que está harto o simplemente siente alguna satisfacción al castigarlo.

Démonos la oportunidad de disfrutar y aprender, mientras ayudamos a crecer a l@s mejores niñ@s del mundo: l@s nuestr@s.

Aurora Badillo Calderón

Consultora en Educación, Crianza y Sostenibilidad 


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