Estoy convencida de que con frecuencia, hablando del amor materno, "el amor es ciego" y por esto a veces "hay amores que matan". Estas son frases populares que vienen a mi mente cuando escucho a una madre decir que su hij@ de 6 años le escupe y le grita cuando se molesta, pero que ella no le da importancia porque son cosas de niñ@s. Que no lo hace para ofenderla, es que simplemente se enoja demasiado. Para mí, desde mi ignorancia, esto es lo mismo que sucede cuando una mujer justifica que su marido le pegue porque le ama demasiado y no puede contener sus celos. Amor que trae maltrato no es amor.
Así mismo, somos much@s los padres y madres que en algún momento vamos a la escuela a defender a nuestr@s hij@s de las incomprensiones de sus maestros que esperan que l@s niñ@s no se adueñen de los útiles de sus compañer@s o que sigan normas mínimas de cortesía y sana convivencia.
Estas conductas, que para algunos pueden ser propias de l@s niñ@s, cuando se dan de manera repetitiva son un reflejo de abandono. Es decir, cuando un niñ@ es reincidente en una conducta socialmente inadecuada, a menos que tenga una condición neurológica que le impida autorregularse, significa que el niñ@ no ha contado con una figura de referencia que le haya hecho reflexionar y entender que esa acción es incorrecta y por lo tanto continúa haciéndolo.
Equivocarse es de humanos y más aún de l@s niñ@s y dichos errores son oportunidades de aprendizaje para entender cuáles conductas son adecuadas y cuáles no. Dicho aprendizaje solo es posible cuando un adulto se toma la molestia de corregirle adecuadamente. Un/a niñ@ abandonad@ psicológicamente no conoce sus límites, ni es consciente de sus errores y por lo tanto los continuará repitiendo hasta que los adultos a cargo, o más tarde la vida, le haga asumir las consecuencias de sus acciones.
Para mí, ser niñ@ significa ser espontáneo, transparente, ocurrente, innovador, soñador, frágil, vulnerable, amoroso, agradecido y curioso. En tal sentido, sugiero que como padres y madres seamos menos tolerantes y más pacientes. Es decir, que toleremos menos las conductas inadecuadas y frente a estas nos dediquemos con paciencia a corregir sin culpar, a explicar a nuestros niñ@s por qué dicha conducta es inadecuada y a establecer límites claros.
También es importante que l@s niñ@s aprendan a pedir lo que quieren adecuadamente y a esperar cuando sea necesario. Podemos empezar por cosas simples como hacernos los sordos cuando nos piden algo y no lo hacen amablemente diciendo “por favor”. El uso cotidiano de esas frases que algunas personas modernas encuentran anticuadas, como por favor, gracias y disculpa pueden ser realmente mágicas y transformar la manera en que todos los miembros de la familia se relacionan.
Creo profundamente que en lo que se refiere a normas de cortesía debemos proponernos criar “Damas y Caballeros” y esto solo es posible si nosotros se lo exigimos y a la vez nos comportamos frente a ellos de la misma manera. Así aprenderemos a hablar y escuchar para dejar fluir nuestra frustración y enojo en vez de gritar y escupir. Todo esto es posible porque ser niñ@ es aprender constantemente y copiar aquellos modelos con los que nos identificamos porque nos hacen sentir valorados, queridos y protegidos.
Consultora en Educación, Crianza y Sostenibilidad
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